Se trataba de un viaje exclusivo, organizado por Halcón Viajes, de carácter gastronómico y, en consecuencia, un reducido grupo de amigos del Club se apuntaron, junto a su directora, Caterina Noguera, a conocer y saborear Cantabria, pero antes...
La primera parada de los suscriptores fue Bilbao. Una ciudad con muchísimo carácter, por su arquitectura, sus señoriales Siete Calles o el Casco Viejo bilbaíno (Monumento Histórico-Artístico), el Museo Guggenheim Bilbao, donde los suscriptores se fotografiaron en los exteriores; o por sus bares, tapas y su gente. Allí tuvo lugar el primer regalo para el paladar, un almuerzo de cocina tradicional bilbaína.
Ya por la tarde, visita panorámica de Santander con parada en los jardines de Pereda para subir a la terraza del Centro Botín e impregnarse de las vistas. También se paseó por las calles de la capital cántabra, recorriendo la zona del ensanche, conociendo la catedral Santa María de la Asunción, el Ayuntamiento y el Mercado de la Esperanza. Fernando fue el guía, originario de Santander, y quien se encargó de desvelar todos los datos históricos de las visitas. Una de ellas fue a la Península de la Magdalena, lugar muy apreciado por los santanderinos. El tren turístico que recorre su parque llevó al grupo de suscriptores hasta la entrada del ecléctico Palacio de la Magdalena, antigua residencia de verano de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia. En este espacio también hubo tiempo para observar la isla de Mouro, las tres carabelas que el marino cántabro Vital Alsar donó a la ciudad y hasta un pequeño zoo junto al mar con pingüinos, focas y leones marino.
La siguiente jornada estuvo destinada a Santillana del Mar, considerado uno de los pueblos más bonitos de España. Calles empedradas en un aire medieval les mostraron varios palacios como el de Velarde, la Torre del Merino, la Torre de Don Borja y la Colegiata de Santa Juliana. Y como la cosa iba de gastronomía, en su tiempo libre los suscriptores no dudaron en probar algunos de los manjares más típicos de la zona, como las anchoas, la quesada o los ricos sobaos pasiegos.
Y no se visita Cantabria sin conocer la neocueva de Altamira, una rigurosa reproducción de la cueva originaria cuyo interior muestra como era el hábitat de sus pobladores y alberga un espectacular ejemplo de arte rupestre con sus bisontes, caballos, ciervos, cabras, signos y grabados. También pudieron desplazarse hasta la entrada de la cueva original de este arte rupestre paleolítico de la cornisa cantábrica, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco.
Nuevamente, un almuerzo, esta vez de cocina tradicional cántabra partía el día para después conocer San Vicente de la Barquera, antiguo refugio de pescadores. Un lugar que encandiló a nuestros suscriptores por su estampa de los Picos de Europa.
Al día siguiente, tras unas horas libres, el grupo se reunió en mesa para disfrutar de un suculento cocido montañés en el centro de la ciudad. Fue la antesala para conocer Castro Urdiales, cerca de la frontera con el País Vasco, un lugar repleto de acantilados y bellas playas.
Aquel fue el final de un viaje que dejó muy buen sabor de boca y del que todos pidieron que se repita en un futuro no muy lejano. Y por supuesto, Caterina Noguera tomó nota de ello.