La localidad de Campos esconde el sueño de Josephine y Uri, los propietarios de la granja educativa de avestruces Artestruz, un proyecto que nació en la sabana sudafricana hace más de 23 años con la misión de transmitir su pasión por las avestruces. Pero no de cualquier forma, «con respeto y de manera enriquecedora para nuestras avestruces, nuestra sociedad y nuestro entorno».
Esta empresa familiar, fundada en Mallorca en 1998, fue el lugar elegido para una visita sin precedentes a la que asistió un numeroso grupo de suscriptores, acompañados por Mamen Oliver por parte del Club.
A las a las diez de la mañana, Artestruz abrió sus puertas para recibirles y, de la mano de sus dueños y sus hijos Obad y Jhonathan, gerentes de la granja, se inició la aventura. Así, entre risas y como niños realizaron un recorrido guiado por la granja donde pudieron ver bien de cerca a estos hermosos ejemplares.
Durante la visita, que se alargó hasta las doce y media del mediodía, pudieron también dar de comer a las avestruces, acariciar a la más dócil de ellas, realizar compras en la tienda, donde se encontraron con artículos tan curiosos como cáscaras decorativas de huevos disecados, bolsos de piel de avestruz, lámparas y macetas, también confeccionadas con cáscaras.
El recorrido finalizó con una sorprendente degustación de un huevo frito de avestruz con más de un kilo de peso, acompañado de una rodaja de pan y con el que pudieron comer los veinticinco asistentes.
Al salir de Artestruz, disfrutaron de un reconfortante buffet en el Restaurante Sa Travessia con una gran variedad de platos y postres.
Sin duda, el colofón ideal para una visita sorprendente e inolvidable.